La Iglesia Local y el Llamado a Dar
- Jonathan Roiz
- Aug 25
- 3 min read

El Diseño de Dios para la Iglesia Local
La iglesia local no es una institución hecha por el hombre, sino el vaso escogido por Dios para avanzar Su Reino en la tierra. Jesús declaró: “Edificaré Mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). La iglesia es la familia de Dios (Efesios 2:19), el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27) y la morada del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16). A través de la iglesia local, Dios ha ordenado la proclamación del evangelio, la formación de discípulos y el envío de misioneros al mundo.
La Sencillez de Dar
Muchos han complicado el asunto de dar, reduciéndolo a pagar cuentas, financiar edificios o cubrir salarios. Pero la Escritura presenta el dar como un acto de adoración y obediencia a Dios. Pablo escribe: “Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado” (1 Corintios 16:2). Esto no era para mantener las luces encendidas, sino para impulsar el avance del evangelio.
Dar no se trata de mantener una institución, sino de participar en la misión de Dios. A través de la fidelidad en dar, la iglesia apoya la evangelización, envía misioneros, planta iglesias y discipula a los creyentes. Se trata de sembrar en una obra eterna que transforma vidas para siempre.
El Corazón Detrás de Dar
La Biblia deja en claro que Dios no busca nuestro dinero, sino nuestro corazón. “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). Cuando los creyentes dan con gozo y sacrificio, reflejan la generosidad del mismo Cristo, quien “siendo rico, por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9).
El verdadero dar fluye de la gratitud: gratitud por la cruz, gratitud por la salvación, gratitud por la esperanza de la eternidad. No damos para ganar el favor de Dios; damos porque ya lo tenemos en Cristo.
La Responsabilidad de Cada Miembro
La responsabilidad de avanzar el Reino de Dios no recae en unos pocos, sino en cada miembro del cuerpo. Así como cada parte del cuerpo tiene una función (Romanos 12:4–5), cada creyente tiene un papel en proveer para la misión de la iglesia. Juntos, los dones del pueblo de Dios proveen lo necesario para la obra del ministerio (Efesios 4:11–16).
No se trata de cantidades iguales, sino de sacrificios iguales. Las dos monedas de la viuda (Marcos 12:41–44) fueron más preciosas para Jesús que las grandes sumas de los ricos, porque ella dio con fe y amor. Cada ofrenda cuenta cuando es ofrecida a Dios.
Avanzando el Reino de Dios
Cuando la iglesia abraza el dar bíblico, desata un movimiento de impacto del Reino. Las almas son salvadas, los discípulos son formados, las comunidades son transformadas y las naciones escuchan las buenas nuevas de Jesucristo. Dar impulsa la evangelización, las misiones y el discipulado—el mismo latido del corazón de Dios.
En esencia, dar es sencillo: adorar a Dios, confiar en Él e invertir en lo que dura para siempre. Jesús nos recuerda: “No os hagáis tesoros en la tierra… sino haceos tesoros en el cielo” (Mateo 6:19–20). Nuestros recursos terrenales, cuando son rendidos a Dios, se convierten en tesoros eternos.
✨ En resumen: Dar no se trata de pagar cuentas, sino de participar en el plan eterno de Dios. Todo creyente tiene la responsabilidad y el privilegio de dar generosamente, con gozo y sacrificio, para que el evangelio avance hasta los confines de la tierra.
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